martes, 15 de mayo de 2012

CUENTO PARA TRABAJAR LAS EMOCIONES

Érase una vez dos hermanitos, Sara y Pedro, que se querían
mucho y pasaban todo el día juntos. Sara tenía tres años y Pedro
cuatro. Se acercaba el cumpleaños de Sara y entre todos
empezaron a preparan una gran fiesta para celebrarlo.
Los padres de Sara y Pedro prepararon invitaciones para los
amiguitos de Sara. Iban a ir muchos niños porque Sara era muy
simpática y agradable con todo el mundo y tenía muchos amigos:
todos los niños de su clase y todos los vecinos de su edad.
Todo el mundo ayudaba en algo para la fiesta, y Pedro empezaba a
estar un poco cansado porque no se hablaba de otra cosa durante
todo el día y no le hacían mucho caso a él. Además, esa no era su
fiesta.
El día del cumpleaños de Sara, sus padres se levantaron pronto
para decorar toda la casa. Había un gran cartel que ponía:

“Muchas
felicidades, Sara”.

Cuando llegó la hora de levantarse, los padres

de Pedro y Sara fueron a la habitación de Sara para despertarla y
felicitarla. Sara estaba contentísima, porque además le habían
llevado un gran regalo envuelto en un papel de muchos colores y

con una gran cinta roja alrededor. Lo desenvolvió con cuidado: ¡Era un

oso de peluche enorme! Estaba muy alegre y no paraba de dar las
gracias a sus padres por ese regalo tan bonito.
Sara preguntó por Pedro, que se tenía que haber despertado con todo
el ruido, pero no había ido a felicitarla todavía. Así era, Pedro lo estaba
escuchando todo, pero él también quería regalos y no le apetecía ir a
darle a Sara el suyo, pero fueron sus padres a despertarle y a decirle
que debía ir a felicitar a su hermana. Así lo hizo, pero Sara, aunque no
dijo nada, se dio cuenta de que no lo hacía de corazón como solía
hacerlo. Desayunaron todos juntos, aunque Pedro no estaba alegre
como solía estar el resto de las mañanas.
Se fueron al colegio. Todo el mundo felicitaba a Sara y en su clase le
cantaron “Cumpleaños feliz”. Después de las clases de la tarde, a la
salida del colegio, todos los compañeros de Sara la acompañaron a su
casa. Poco tiempo después fueron llegando todos sus vecinos. Fue una
fiesta genial, pero Pedro estaba enfadado porque nadie la hacía caso.
Todo el mundo estaba pendiente de Sara, le daban muchos regalos y
estaba tan contenta y ocupada con todos sus amigos que no le hacía
caso. Estaba tan enfadado que se fue a otra habitación. Pero Sara sí
que estaba pendiente de su hermano y se puso muy triste de verle
enfadado con ella. Ya no le importaban los regalos, ni la tarta con las
velas, ni las canciones ni nada, porque ella quería mucho a su
hermanito y él estaba enfadado con ella. Entonces decidió ir a hablar
con él. Al principio Pedro hacía como si no la escuchara, pero en
realidad estaba muy contento de que Sara hubiera ido a hablar con él.
Sara le dijo que no se enfadara, que le daba todo lo que le habían
regalado con tal de que estuviera él contento. En ese momento Pedro
se dio cuenta de lo buena que era su hermanita y de lo que le quería.
Él no tenía ningún motivo para enfadarse, era el cumpleaños de su
hermana y tenían que estar todos contentos por ella. Así que le pidió
disculpas por su comportamiento y se fueron los dos juntos con el resto
de sus amigos para apagar las velas de la tarta.



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